Elegía primera
¿No es un sueño aquesa muerte?
Milton
I
Un río de sedientas aguas
invade el lugar puro de los seres.
Viene de otros siglos, en llanto oscuro,
destruyendo la breve luz terrestre.
Su rumor interno
azota el impalpable territorio
y en sus aguas se ahoga el pensamiento.
De los amados ojos
van rondando peces tristes. ¡Oh, sumidos signos!,
al río que tiembla con sus aguas duras
sobre la piedra insomne del destino.
II
Al fondo del destino, en sus mareas,
ciegos se abren los caminos.
¡Oh, razón! ¡Oh, luz!
El rumor del hombre, deshojándose,
corre por el latido de la sangre
y de pronto enmudece en una piedra.
Un sonido negro
como un vuelo fugaz e infinito
en lo último del súbito silencio.
Y lejos, tiempo, nube,
nada.
Piedra. Silencio.
La sien entonces
no se resigna al mudo mandamiento,
y regresa para oír
y caminar sobre intangibles hojas...
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