Tú formas con las nubes brazadas de azucenas
o barcos que la tarde mece en hirvientes oros,
y alzas arquitecturas errantes con arenas,
y de troncos de encinas haces tubos sonoros.
Dejas en toda la honda inquietud de tu vida,
que te hizo vago en busca de regiones más bellas;
te has golpeado iracundo contra el agua dormida
por ver multiplicada la luz de las estrellas.
Viajas con una carga de armonías y aromas,
que le entregas a todos, y tu secreto, ¡oh viento!,
es que de almas lejanas el sentimiento tomas
y en el pecho que eliges dejas el sentimiento.
Ánforas invisibles llenas de maravillas,
vuelcas cuando regresas de tus viajes, y un rastro
de ignorados perfumes a las almas sencillas
les das para que vivan un momento en otro astro.
Viento de los impulsos y las renovaciones
que haces caer temblando las selvas centenarias
y sobre el haz de ruinas levantas tus canciones,
roncas como tambores de turbas libertarias,
¡yo te entrego mi espíritu! Sopla sobre él violento,
que el árbol está viejo y el fruto está maduro.
Al escuchar la música de tu regreso, ¡oh viento!,
yo sea el campo virgen del ideal futuro.
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