domingo, mayo 15, 2022

“Salmo III”, de Hernán Valdés





El hombre herido echa espinas, como el rosal.

Cúbrese de misterio,

se cierra cual ciertas flores, llegada la noche,

pero él por siempre.

El corazón se le vuela hacia dentro,

entre las sombras permanece oculto

y sólo el calor del vino y del alma cordial

vuelve a darse.

 

Pero si no derribas

ese refugio que el hombre encuentra en las tinieblas

alguna vez esa será su eterna prisión

y, entonces, su muerte irreparable.




en Salmos, 1956

























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