Pon más sal en
las palomitas porque tu madre dirá que la necesita, pues, en la parte en la que
Inger Bergman está a punto de morirse y hay trucos de cámara para alargarle el
torso, nunca puede evitar emocionarse.
Piensa: Jo, ya
está otra vez con los kleenex.
Te dirá
«Gracias, cariño» cuando llegues despacio, poco a poco, rodeando la esquina en
bata y zapatillas, al cuarto de estar con el viejo bol (antes ensaladera) de la
abuela lleno a rebosar. Las he hecho yo misma, recuérdale, y deja caer
accidentalmente unas cuantas palomitas en el suelo. Manoplas las
empujará de un lado a otro con las zarpas.
Mmmmm, qué gusto
da reponer las sales, comentará, mientras mastica, con una sonrisa pastosa.
Dile que la
enfermera del colegio explicó una vez, después de que pasaran una película
sobre la pubertad, que la sal es mala para el corazón.
Bah, dirá ella.
Lo hace latir, nada más. Pum, pum, pum. ¡Ay, mira!, hablará con la boca llena
de palomitas. Cary Grant la va a sacar de allí. ¿Has desenchufado la máquina de
palomitas?
Haz como que no
la oyes. Mira a Inger Bergman con aspecto alargado; pregúntate qué significa.
Más vale que lo
compruebes, te dirá.
Gime. Haz un
ruidito como una ch con la lengua en el paladar. Corre todo lo que puedas
porque el próximo anuncio va a ser el último. Desenchufa la máquina de
palomitas. Tráete a Manoplas, que maúlla junto a la nevera. Te dejará
pelos en el albornoz. Descárgalo sobre el regazo de tu madre.
Eh, niño, dirá
arrullando al gato, y le rascará las orejas. Acurrúcate junto a tu madre, que
extenderá la mano, te rascará también una oreja y te besará la mejilla.
Entonces se inclinará de pronto hacia delante y extenderá la mano hacia el
cuenco de la mesa de centro, con cuidado para no alterar al gato. Siempre creo
que se dará cuenta antes, dirá tu madre entre bocado y bocado, con una mano que
no para de ir y venir de la otra mano a la boca. Qué cerrados y frustrantes
pueden ser los hombres. Te guiñará un ojo.
Mira la pantalla
con desconfianza. Todos los malos dejarán que Cary Grant se lleve a Inger
Bergman en el auto negro. Habrá mucha música anticuada. Ponte de pie y extiende
el albornoz hacia los lados. Saca la lengua y finge danzar como una retrasada
mental en un baile. Pon los ojos en blanco. Baila el vals por el cuarto de
estar con movimientos exagerados, de un lado a otro, date con los muebles. Tu
madre hará como que no te presta atención. Dirá por fin con voz inexpresiva:
Qué bonito, vaya, la verdad es que me haces flotar.
Cuando termina
la música, te preguntará qué quieres ver. Te pasará la Guía de televisión.
Mírala. Di: La película de «Terror de madrugada». Te mirará levantando una
ceja, pero di «por favor, por favor» con voz suave y junta las manos como si
rezaras. Te devolverá una sonrisa y suspirará, vale.
Cambia de canal
y vuelve al sofá. Métete debajo de la manta afgana azul con tu madre. Dile que
lo que más te gusta son los dibujos animados del principio, cuando sale la
momia del ataúd y ruge: ¡¡TERROR!! Súbete a un brazo del sofá y haz una
imitación, con las manos como garras, los codos rígidos, la cabeza caída a un
lado. Tu madre te dirá que te vuelvas a sentar. Vuelve a refugiarte bajo la
manta a su lado.
Cuando te
pregunte cuál te gusta más, la momia o el hombre lobo, dile que el hombre lobo
mete miedo porque sale de noche y hace cosas que nadie sospecha porque de día
trabaja en un banco y no tiene pelo.
¿Y la momia?, te
preguntará mientras acaricia a Manoplas.
Encógete de
hombros. Muérdete los labios. Di: La momia no es más que la momia.
Quítate con la
punta de la lengua un trozo de palomita masticada que se te ha quedado en una
muela. Intenta tragártela, pero atragántate y ponte a jadear y a hacer unos
ruidos horribles, como si fueras a vomitar. El gato huirá, asustado.
Dios mío, ten
cuidado, dirá tu madre dándote unas palmadas en la espalda. Toma, bebe agua.
Intenta gruñir
cerveza, cerveza, como un vaquero moribundo que viste una vez en un anuncio,
pero de todas formas bebe el agua. Cuando ya no estés atragantada, cuando
tengas la cara menos roja y puedas respirar de nuevo, pide una Coca-Cola. Tu
madre dirá: Creo que no, el doctor Atwood dijo que tenías los dientes fatal.
Dile que el
doctor Atwood es un médico de poca monta.
¿Qué quieres
decir con eso?, exclamará ella.
Mira al frente.
Responde: No lo
sé.
La momia
derribará postes de teléfono, los levantará y los arrojará como si fueran troncos
de juguete de un juego de construcciones.
Vaya, tan
vestidita y sin plan, dirá tu madre.
Acurrúcate junto
a ella y suelta un largo «qué ingenioso» de admiración, en voz baja.
La policía busca
a un monstruo en el cementerio. No sabrán si es la momia o el hombre lobo, pero
por allí habrá andado alguien dejando montoncitos humeantes de huesos y carne
que asustan y hacen lloriquear hasta a los perros policía.
Di algo así como
qué asco y cierra los ojos.
¿Estás segura de
que quieres ver esto?
Insiste en que
no te da miedo.
Hay un concierto
de rock en el Canal 7, ¿sabes?
Piénsalo. Decide
probar el Canal 7, solo por tu madre. Saldrá un tipo con el pelo grasiento que
se parece al tío Jack y dirá algo aburrido.
Tu madre estará
de acuerdo en que se parece al tío Jack. Un poco.
Un grupo con
sombra de ojos negra se pondrá a tocar la guitarra. Ponte de pie y da botes
como viste hacer una vez a Julie Steinman.
Dios, ¿por qué
siempre tocarán las guitarras a la altura de la ingle?, preguntará tu madre.
No respondas,
limítate a imitarlos; échate el pelo hacia atrás y tócate de una manera rara la
ingle, por encima del pantalón del pijama. Tu madre te dará una cachetada y te
dirá que eres una grosera.
Hazte la
ofendida. Finge una depresión. Coge una revista y haz como si leyeras.
El gato volverá
a reunirse con vosotras. Mira las fotos de comida.
Tu madre
intentará animarte. Dirá: ¡Mira! ¡Pat Benatar! Bailemos.
Dile que Pat
Benatar te parece estúpido y de mal gusto. Pásate cinco minutos enteros sin
decir nada.
Cuando sale
B-52, dile que esos sí que te parece que están bien.
Saca una sonrisa
tímida. Entonces se levantarán las dos y bailarán como locas alrededor de la
mesa de centro, hasta que empiecen a sudar, mientras corean los u-a-us, saltan
como si estuviesen encima de un saltador, se mueven como robots del espacio.
Menea las manos como tu madre alrededor de la cabeza. Durante un anuncio, pide
un refresco de naranja.
Agua o leche,
dirá ella, casi sin aliento, y volverá a sentarse.
Di mierda, y
cuando te pregunte qué has dicho, suspira: Nada.
Después sale Rod
Stewart cantando en un tejado, en alguna parte. Tu madre dirá: Es bastante agradable.
Dile que Julie
Steinman lo vio una vez en una tienda y que parecía muy viejo.
Hmmmm, dirá tu
madre.
Estudia
cuidadosamente a Rod Stewart. Pregúntate si serías capaz de mover las piernas
de esa manera. Piensa en hacer una imitación para que la vea Julie Steinman.
Cuando se acaben
las palomitas, bosteza. Di: Me voy ya a la cama.
Tu madre
parecerá desilusionada, pero dirá: Muy bien, cielo. Apagará el televisor. Por
cierto, te preguntará, titubeante como siempre: ¿Qué tal te ha ido en estos
tres días?
No menciones lo
de la mujer ni lo de la cerveza. Dile que te ha ido bien, que tiene una diana
de dardos plateada y nueva, que salieron a cenar y que un tipo llamado Hudson
contó una anécdota bastante divertida sobre alguien que se meó en la cesta de
la comida. Pídele una Seven-up.
en Autoayuda, 1985
No hay comentarios.:
Publicar un comentario