viernes, diciembre 31, 2021

“Un final feliz”, de Roberto Bolaño





Qué tiempos aquellos, cuando vivía con mi padre y no veía la televisión. Las tardes eran interminables en la Colonia Tepeyac, cerca de la Villa, exactamente a dos cuadras de la Calzada de la Villa. Tardes dedicadas a traducir a los poetas franceses de la Generación Eléctrica, sentado en la cama, junto a la ventana del patio de cemento. Las palomas que mi padre se comía los domingos, cantaban, es un decir, los jueves y los viernes, y ensanchaban la zanja. ¡Las palomas en el palomar de cemento! ¡Y sin el zumbido de la televisión!

      Un final feliz
      En México
      En casa de mi padre
      O en casa de mi madre
      Un minuto de soledad
      La frente apoyada
      En el hielo de la ventana
      Y los tranvías
      En los alrededores
      De Bucareli
      Con muchachas fantasmales
      Que se despiden
      Al otro lado de la ventana
      Y el ruido de los automóviles
      A las 3 a.m.
      Y los timbres
      Y los paisajes de azotea
      En México
      Con 21 años
      Y el alma aterida
      Helada



en La Universidad Desconocida, 2007




















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