miércoles, noviembre 24, 2021

“Llámenme por mis verdaderos nombres”, de Thich Nhat Hanh





No digan que partiré mañana,
pues aún estoy llegando.
 
Mirad profundamente: siempre estoy llegando,
para ser brote de primavera en una rama,
para ser un pajarillo de alas frágiles
que aprende a cantar en mi nuevo nido,
para ser mariposa en el corazón de una flor,
para ser una joya oculta en una piedra.
 
Aún estoy llegando para reír y para llorar,
para temer y para esperar.
El ritmo de mi corazón es el nacimiento
y la muerte de todo lo que vive.
 
Soy un insecto que metamorfosea
en la superficie del río.
Soy el pájaro
que se precipita para tragarlo.
 
Soy una rana que nada feliz
en las aguas claras de un estanque.
Soy la serpiente acuática
que sigilosamente se alimenta de la rana.
 
Soy el niño de Uganda, todo piel y huesos;
mis piernas tan delgadas como el bambú.
Soy el comerciante de armas
que comercia armas letales hacia Uganda.
 
Soy la niña de doce años,
refugiada en una pequeña embarcación,
que se arroja al océano
tras haber sido violada por un pirata.
Soy el pirata, cuyo corazón es incapaz
de ver y amar.
 
Soy el miembro del Poliburó
concentro todo el poder en mis manos.
Soy el hombre que ha pagado
su «deuda de sangre» a mi pueblo
muriendo lentamente
en un campo de concentración.
 
Mi alegría es como la primavera, tan cálida
que hace florecer las flores de la Tierra entera.
Mi dolor es como un río de lágrimas,
tan vasto que llena los cuatro océanos.
 
Llámenme por mis verdaderos nombres,
se los ruego,
para poder despertar
y que la puerta de mi corazón
pueda permanecer abierta,
la puerta de la compasión.


1978



en Voces de la Mística II, 2011




















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