Tres poemas
Como quien acecha
los descampados instantes
agazapado
en cada entraña del aire,
así yo,
fibra minúscula
donde la nada
se inventa,
recorro
la muralla de los nombres.
Como quien acecha
en el límite
de los bordes tanteándolos
para un salto
mortal,
así yo,
invocando la sombra
de los cuerpos
soy en vilo
un abismo
expectante.
Quien reconozca
la noche
que aún no ha presentido
en su voz la locura;
quien reconozca,
al promediar la fiebre,
la angostura del aire;
el nacimiento
de todo lo que es miedo
y a solas late,
sabrá
qué es lo que se adueña
de los bordes.
Ah, rostro mío,
cómo te amaba el tiempo
cuando eras
antes del gesto
un niño breve,
ungido
en la rara melodía
de los ecos.
Y ahora,
después del gesto,
el esfuerzo
de ser
la voz
de un largo silencio
para alcanzar,
vacío,
tu forma
de miedo.
en Ediciones de la flor, 1972
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