sábado, septiembre 18, 2021

«Ángel e Isabel Parra: Nuestro mayor orgullo es nuestra madre», de Osvaldo Muñoz Romero (Osmur)



Una familia feliz. Son: Gilbert, «El Tocador Afuerino», esposo de Violeta, 
quien aparece tocando un charango boliviano; Marta Orrego y su marido: Ángel Parra.


Isabel y Ángel Parra son verdaderos hijos de tigre... Heredaran de su madre, la notable folklorista Violeta Parra, todo el cariño y la devoción que ellos sienten ahora por las diversas manifestaciones del folklore.

Los Parra son toda una institución nacional en el campo de la música y de los versos. Allí están los 11 hermanos Parra acunando la guitarra en sus regazos. Junto a sus sones y a su calor han nacido todos los retoños.
Y junto a Violeta, todos sus hermanos cantores y poetas populares: Hilda… Eduardo… Roberto… Lautaro Parra. Versos a lo divino y a lo humano. Pallas… Discos… Peñas… Giras.

Los Parra se reúnen cada 12 de agosto en torno a la madre —y a la vez abuela de un montón de nietos— para festejarla en el día de su santo. Es doña Clarisa Sandoval, que en aquella ocasión —único día en el año— tiene la suerte de juntarse con todos sus cachorros.

Violeta Parra y su hijo Ángel ensayan una de sus últimas canciones. 

Fuimos a entrevistar a Violeta a su Carpa de la comuna de La Reina. Allá donde funciona su famosa Peña, en la calle Toro y Zambrano con La Cañada. El frío de la noche arrecia, pero no logra detener a los admiradores de la popular folklorista y a los amantes del género. Enormes braseros temperan el ambiente. Además se sirve vino caliente con canela, mistela, mate con queso asado, empanadas, sopaipillas y asaditos a lo divino.

Violeta Parra es el alma de la Peña. Está en todos lados. Recibe a las personas amigas que llegan a saludarla. Atiende a sus parroquianos. Escancia el vino en los vasos; lo sirve luego en bandejas… Hace de maestra de ceremonias… Toca la guitarra… Canta… Acompaña a Gilbert Favre, «El Tocador Afuerino», cuando éste toca la quena con sones medievales…


Madre e hija se cuentan sus confidencias. 
Violeta e Isabel recuerdan viejos tiempos de sacrificio…


Violeta Parra está viviendo actualmente otro de sus momentos estelares. Nuevas composiciones se suman a la lista de su prolífico repertorio folklórico. El público celebra cada uno de sus temas. Y los aplaude cariñosamente. Allí están para verificarlo; «Corazón maldito»…, «Mazúrquica modérnica» (¡qué divertida es!), «Gracias a la vida» (de ternura infinita…)…, «Run-Run se fue pa’l Norte» y, como gran final, su muy popular «Casamiento de negros», que todos los presentes corean con un laralá espontáneo y juvenil…

Hay un renovado entusiasmo cuando la artista presenta a sus indios bolivianos, «Los Choclos», que tocan instrumentos típicos y presentan sus danzas vernáculas. Y anuncia que también vendrán otros conjuntos foráneos que cultivan, igual que éstos, el rico folklore del Altiplano.




Violeta y sus retoños


Violeta: una madre cariñosa, besa a su hija Isabel…

Pero Violeta no oculta su orgullo cuando habla de sus hijos. De Ángel y de Isabel Parra, Sus hijos de tigre. Que han sacado toda (a fuerza de su alma; que tienen —como ella — el mismo y acendrado amor por la música y por el folklore. Ángel e Isabel Parra «sacerdotes de un nuevo rito», como tan acertadamente los llamara Camilo Fernández…

Violeta tiene su Peña en su carpa cirquera de La Reina… Ángel e Isabel también poseen la suya en Carmen 340. Y en ellas se escuchan las voces de Patricio Manns, de Enrique (Quico) Álvarez…, de Rolando Alarcón…, de Roberto y de Lautaro Parra… ¡y de tantos otros!

Ambos al unísono responden:




Violeta Parra es nuestro mayor orgullo

—Nuestra madre es nuestro mayor orgullo. Ella nos dio algo más que el ser… El amor a la tierra… El amor al folklore… La comprensión hacia los humildes… El valor de las cosas pequeñas…


Violeta hace añuñullos a su nieto Ángel Parra junior, que nació el pasado mes de mayo


La admiremos profundamente, porque la sabemos una mujer sincera consigo misma. Con su arte. Con su música y sus pinturas. Con todo lo que ella hace… Sabemos que su mayor ambición es divulgar cuánto sabe. Quisiera que todos los chilenos aprendieran cada vez más a amar lo nuestro… Que las quinientas sillas de paja de su Carpa estuvieran siempre ocupadas por un público culto y atento a estas manifestaciones…

Juntos pasamos tres años inolvidables en Europa… Inolvidables, porque aprendimos a amarnos más… A renovarnos y a comprender —a la distancia— cuán grande es nuestra patria en lo que encierra de valores humanos, de eterno mensaje espiritual, de riqueza escondida…


En los ratos desocupados hacen trabajos artísticos… 
Aquí vemos a Violeta y a su hijo Ángel pintando un calabazo.






en Rincón Juvenil, nº 81, 6 de julio 1966





Fotografías de Jaime Cáceres 


  













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