Traducido de María Luisa Prieto
En la playa hay una niña, la niña tiene familia
y la familia una casa.
La casa tiene dos ventanas y una puerta…
En el mar, un acorazado se divierte cazando a los que caminan
por la playa: cuatro, cinco, siete
caen sobre la arena. La niña se salva por poco,
gracias a una mano de niebla,
una mano no divina que la ayuda. Grita: ¡Padre!
¡Padre! Levántate, regresemos: el mar no es como nosotros.
El padre, amortajado sobre su sombra, a merced de lo invisible,
no responde.
Sangre en las palmeras, sangre en las nubes.
La lleva flotando la voz más alta y más lejana de
la playa. Grita en la noche desierta.
No hay eco en el eco.
Convierte el grito eterno en noticia
rápida que deja de ser noticia cuando
los aviones regresan para bombardear una casa
con dos ventanas y una puerta.
Ramala, agosto del 2006
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