jueves, marzo 25, 2021

«Notas en desorden sobre ‘Sara Moncada’», de Luz María Astudillo





Franz Kafka, en una de las tantas cartas dirigidas a su padre, le explica que jamás podría hablar sobre el miedo que este infunde en él, sobre todo porque el mismo miedo a decepcionarlo es el que se le presenta como impedimento, ¿acaso ese temor no es el que cada hijo o hija tiene en mayor o menor forma para dirigirse a los padres? En Sara Moncada, segundo libro de María Cecilia Gajardo, se habla de una hija con la madre, como quien relata hechos objetivos que se suceden entre sí, pero realmente nos adentramos en una especie de bitácora, llevada a pulso, de la enfermedad, que no solo refiere a la madre y no es solo física, sino de una enfermedad que cualquier lazo madre-hija puede padecer: el miedo a decepcionar.

Cada poema, que en realidad arma un gran poema, parece una disculpa y al mismo tiempo una provocación a la madre: “Han llegado personas a verte / aprendí a saludar y a mirar a los ojos / incluso a esa señora que no se sabe mi nombre / y a la que dice que no nos parecemos / saludé a la que me dijo que parecía tu hermana mayor / a todas saludé”. Una hija que escribe a la madre su enojo en clave de sumisión, que le entrega cuidados y teme a su ausencia física o simbólica es finalmente alguien reclamando una deuda de la falta. Los papeles se cambian y es la hija quien cuida, pero, ¿hasta qué punto esos papeles no han sido así por siempre?, por eso la queja, las infidencias, las preguntas que ya no esperan respuesta, el mar como una sábana blanca lo ha cubierto todo.
 
La falta no es una sensación provocada por la enfermedad de la madre, sino que es el motor de una existencia que ve en ese momento su manera de explotar, ¿cómo evitar la falta de la madre desde la orfandad? En el año 2015, el cantante norteamericano Sufjan Stevens sacó un disco llamado Carrie & Lowell, en el que el tema principal era su madre, Carrie, quien, aquejada por varias enfermedades psiquiátricas, lo dejó a cargo de su padre al año de vida. Su madre murió hace varios años de un cáncer estomacal, pero Stevens escribió este disco como una manera de reconciliación con Carrie, de reparar la falta y romper esa “maldición kafkiana” de la decepción entre padres e hijos.
 
Por otra parte, en el libro de poemas de la norteamericana Sharon Olds, El Padre, la poeta también realiza un acto de perdón a su padre, que la abandonó y fue Olds quien se dedicó a cuidarlo hasta su muerte a causa de un cáncer. “I don’t know / where to start, with this grime on me” [“No sé / por dónde empezar, con esta suciedad en mí”] escribe Sharon Olds, mientras en Sara Moncada, María Cecilia Gajardo hace hablar a la madre: “Estás sucia / Estás sucia, hija”. Esa suciedad, que en parte es un concepto más bien moral, también se asemeja a quien tiene que comenzar a reordenarse. Una vez más el mandato de la madre.
 
La figura de la madre es capaz de bastarse a sí misma, a pesar de su estado, rechaza a otro, en este caso a la hija, pero al mismo tiempo, es una fuerza que la mantiene atada a su “herencia”, que es un lazo sanguíneo, pero es tan potente que sobrepasa esa responsabilidad familiar del cuidado. La madre no guarda silencio, siempre manda, recuerda, aconseja, exige. La hija, en este caso, escribe, esperando que las palabras funcionen como un escudo, reordena para confundir con el lenguaje, se limpia como sugiere la madre al igual que las hortensias: “Las hortensias se ponen bajo la primera lluvia / para lavarlas / es una especie de nacimiento”.
 
Las imágenes de este libro son un grupo de escenas que pasan frente nuestro como una película, relatan y dan nombre a una cantidad de sensaciones que se agolpan. Imágenes que amenazan con desbordarse, pero como la hija con la madre, siempre encuentran un orden que las retiene.



Marzo, 2021












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