miércoles, marzo 10, 2021

“Acéldama”, de Bernardo Navia





Después de tu traición, el dinero. Después de tu sentimiento de culpa, el terror. Después de inútiles “por qué”, el absoluto y también inútil arrepentimiento. Entonces la cuerda y la rama débil de ese árbol. Después, muy de mañana, aún oscuro, un labriego, tal vez. Testigo de tu cuerpo sobre la hierba, cara al viento y a esa madrugada. Y tú allí, aún con vida, pero con estertores y en ellos las caricias de la muerte. Además, tu sangre, a borbotones. Imparable. Esta de tu cuerpo al hocico de unos voraces perros hambrientos. Entonces la historia y tu nombre. Para siempre. Judas.



en Sobre destinos, ciudad y Dios, 2018












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