jueves, enero 21, 2021

«La boca», de José Watanabe



 

En la encañada 
había piedras como huesos de un animal prehistórico 
                   que se desbarató 
antes de alcanzar nuestro valle. 
Un gran cráneo 
quedó detenido en la pendiente con la boca abierta 
y el resto del cuerpo se dispersó hacia el río. 
Yo trepaba la pendiente 
y me detenía frente a esa boca, una oquedad 
donde el viento se huracanaba, 
                                             y escuchaba 
murmullos, palabras que se formaban a medias 
          y luego, sin decir nada, se diluían. 
Nunca hubo una frase clara. La boca 
como un oráculo piadoso 
trababa sus propias frases ante el niño: 
                        lo sé ahora 
y le agradezco la vida ciega.















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