Las cuarentenas impuestas por el COVID-19 pueden estar disminuyendo gradualmente, pero la ansiedad sobre las proyecciones sociales y económicas del mundo se están intensificando. Y hay buenas razones para preocuparse: ha comenzado una fuerte recesión y podríamos estar enfrentando la peor depresión económica desde 1930. Pero, si bien este resultado es probable, no es inevitable.
Para lograr un mejor resultado, el mundo debe actuar conjunta y rápidamente para renovar todos los aspectos de nuestras sociedades y economías, desde la educación hasta los contratos sociales y las condiciones laborales. Todos los países, desde Estados Unidos hasta China, deben participar, y toda la industria, desde la del petróleo y el gas hasta la de la tecnología, deben transformarse. En resumen, necesitamos un “Great Reset”, o “Gran Reinicio” del capitalismo.
Hay muchas razones para buscar este “Gran Reinicio”, pero la más urgente se llama “COVID-19”. Tras haber provocado ya cientos de miles de muertes, la pandemia representa una de las peores crisis de salud pública de la historia reciente. Y, dado que los contagios y muertes siguen en muchas partes del mundo, está lejos de terminar.
Esto tendrá graves consecuencias a largo plazo para el crecimiento económico, la deuda pública, el empleo y el bienestar humano. Según Financial Times, la deuda pública mundial ya ha alcanzado su nivel histórico más alto en tiempos de paz. Además, el desempleo se está disparando en muchos países: en EE.UU., por ejemplo, uno de cada cuatro trabajadores ha presentado una solicitud de cesantía desde mediados de marzo, con nuevas solicitudes semanales muy por encima de los máximos históricos. El Fondo Monetario Internacional espera que la economía mundial se contraiga un 3% este año, una rebaja de 6,3 puntos porcentuales en solo cuatro meses.
Todo esto agravará las crisis climáticas y sociales que ya estaban en marcha. Algunos países ya han utilizado la crisis del COVID-19 como excusa para debilitar las protecciones al medioambiente. Y la frustración por demandas sociales, así como el aumento de la desigualdad (la riqueza combinada de los multimillonarios ha aumentado durante la crisis) se están intensificando.
Si no se abordan estas crisis, junto a la par del COVID-19, se profundizarán y harán del mundo un lugar aún menos sostenible, menos equitativo y más frágil. Las medidas de parche y las correcciones ad hoc no serán suficientes para prevenir este escenario. Debemos construir bases completamente nuevas para nuestros sistemas económicos y sociales. El nivel de cooperación y ambición que esto implica no tiene precedentes. Pero no es un sueño imposible. De hecho, un lado positivo de la pandemia es que ha demostrado lo rápido que podemos hacer cambios radicales en nuestro estilo de vida. Casi instantáneamente, la crisis obligó a las empresas y las personas a abandonar prácticas que durante mucho tiempo se consideraban esenciales, desde viajes aéreos frecuentes hasta trabajar en una oficina.
Asimismo, la población ha mostrado de manera abrumadora una disposición a hacer sacrificios por el bien de la salud del prójimo y de poblaciones vulnerables, como los más ancianos. Muchas empresas han dado un paso al frente apoyando a sus trabajadores, clientes y comunidades locales, en un cambio notable hacia el tipo de capitalismo al que estábamos acostumbrados. Existe una clara voluntad de construir una sociedad mejor. Y debemos usar esto para asegurar el Gran Reinicio que tanto necesitamos. Eso requerirá gobiernos más fuertes y eficaces y exigirá la participación del sector privado en cada parte del proceso.
La agenda del Gran Reinicio tendría tres componentes principales.
El primero conduciría al mercado hacia resultados más justos. Con este fin, los gobiernos deben mejorar la coordinación (por ejemplo, en las políticas tributaria, regulatoria y fiscal), mejorar los acuerdos comerciales y crear las condiciones para una “economía estable de las partes interesadas”. En un momento de disminución de las bases impositivas y aumento de la deuda pública, los gobiernos tienen un poderoso incentivo para llevar a cabo tal acción. Además, los gobiernos deben implementar reformas muy esperadas que promuevan resultados más equitativos. Según el lugar o el país, estos pueden incluir cambios en los impuestos sobre el patrimonio, el retiro de los subsidios a los combustibles fósiles y nuevas reglas que rigen la propiedad intelectual, el comercio y la competencia.
El segundo componente de una agenda de “Gran Reinicio” garantizaría que las inversiones avancen en objetivos compartidos, como la igualdad y la sostenibilidad. Aquí, los programas de gasto a gran escala que están implementando muchos gobiernos representan una enorme oportunidad de progreso. La Comisión Europea, por ejemplo, ha revelado planes para un fondo de recuperación de 750.000 millones de euros (826.000 millones de dólares). Estados Unidos, China y Japón también tienen ambiciosos planes de estímulo económico. En lugar de utilizar estos fondos, así como las inversiones de entidades privadas y fondos de pensiones, para llenar las grietas del sistema antiguo, deberíamos utilizarlos para crear uno nuevo que sea más resistente, equitativo y sostenible a largo plazo. Esto significa, por ejemplo, la construcción de infraestructura urbana “verde” y la creación de incentivos para que las industrias mejoren su historial en métricas ambientales, sociales y de gobierno.
La tercera y última prioridad de una agenda de “Gran Reinicio” es aprovechar las innovaciones de la “Cuarta Revolución Industrial” para apoyar el bien público, especialmente al abordar los desafíos sociales y de salud. Durante la crisis del COVID-19, empresas, universidades y otros se han unido para desarrollar diagnósticos, terapias y posibles vacunas, establecer centros de pruebas, crear mecanismos para rastrear infecciones, y entregar medicina de manera remota o a distancia. Imaginen lo que podría ser posible si se hicieran esfuerzos concertados similares en todos los sectores.
La
crisis del COVID-19 está afectando todas las facetas de la vida de las personas
en todos los rincones del mundo. Pero la tragedia no tiene por qué ser su
único legado. Por el contrario, la pandemia representa una rara pero
estrecha ventana de oportunidad para reflexionar, reimaginar y reajustar
nuestro mundo para crear un futuro más saludable, más equitativo y más
próspero.
*
Klaus Schwab es fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, también
conocido como Foro Davos.
en Webforum.org, 3 de junio de 2020
Nota
El Foro
Económico Mundial (FEM), también conocido como Foro Davos, es una
fundación sin fines de lucro con sede en Ginebra, que se reúne anualmente en el
Monte de Davos, Suiza. Allí se reúnen los principales líderes empresariales y
políticos del mundo, así como periodistas e intelectuales, para analizar los
problemas más apremiantes que afronta el mundo. El Foro se financia con las
contribuciones de unas mil empresas con calidad de membresía (la calidad de
membresía se obtiene facturando cinco mil millones de dólares anuales, como mínimo).
A
sus asambleas anuales asisten jefes de estado o gobierno, ministros de
gabinete, embajadores, directores o funcionarios ejecutivos de organizaciones
internacionales; entre ellos Álvaro Uribe Vélez, Condoleezza Rice, Emilio
Lozoya Austin, Gordon Brown, Pervez Musharraf (dictador pakistaní), y Shimon
Peres. Han asistido también, con mayor o menor regularidad, Al Gore, Bill
Clinton, Angela Merkel, Yasser Arafat y Henry Kissinger. Cabe recordar que el
año 2012, un grupo de 16 chilenos fue invitado al Foro, entre los que se
contaba Giorgio Jackson, el único invitado menor de 30 años; además de la
cantante Francisca Valenzuela, la documentalista Maite Alberdi, Hernán
Hochshild, director ejecutivo de Elige Educar, Juan Ignacio Eyzaguirre,
director ejecutivo del Sistema de Empresas Públicas, Alexander Kilwadenko,
director social de Un Techo Para Chile, Matías Reeve, cofundador de Educación
2020, y Diego Schalper, director ejecutivo de Idea País. Este año, 2020, la
asamblea se reunió virtualmente y tuvo entre sus participantes activos –y refrendantes
de la declaración anterior de Klaus Schwab, al Príncipe Carlos, de la monarquía
británica.
A
comienzos de la década de 2000, el Foro Davos, el G7, el Banco Mundial, la
Organización Mundial de Comercio y el Fondo Monetario Internacional, recibieron
fuertes críticas de parte de los activistas contra la globalización, afirmando
que el capitalismo y la globalización no solo aumentaban la pobreza, sino que
contribuían enormemente a la destrucción del medioambiente. El cantante Bono
(líder de la megabanda U2) ha mencionado que en Davos se reúne una asamblea de “gatos
gordos en la nieve”, dando a entender su posición frente a la distribución y
reorganización del capitalismo (como la que propone el artículo anterior) que
nace de estos encuentros.
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