Con
las uñas, Dios, abriste zanja en tierra,
donde
aguardas de nosotros,
desflorando
un
sudor ácido y sangre de árbol,
tu
sombra, de cada ruido temerosa
gacela
nocturna, ornamentada y frágil.
confiesas
tus trampas,
aunado
a la angustia y la lágrima antigua,
con
tus labios delineas la sempiterna herida:
el
sabor de la muerte.
Redundas
la carne
porque
es lo único que te queda.
en
Liberoamericanas (Antología), 2018
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