martes, septiembre 22, 2020

“Abre sus cienos índigos al contacto”, de Coral Bracho





De tu boca, de tus ojos ahondados bebo,

            de tu vientre, de tus flancos;

entre mis manos arden, se humedecen

(la avidez se emulsifica a estos bordes,

cobra textura al tenso palpitar de esta piel,

            cierra su esfínter

suave, quemante,

hasta el cúmulo anular,

el dolor). Este canto palpado, lamido al linde.

            El frío levísimo de tu lengua.

Contraigo (de tus labios, en mi torso se expanden

            -hielos astillados-

las puntas nítidas) hasta el ansia.

Vuelto estrechez, contorno, vuelto grito ceñido al tacto,

mi sexo,

llama lapidada en la cóncava, ungida;

            intenso vacío sucinto,

intersticial;
vuelto a su cadencia compacta, a su yermo adicto;

 

De tu boca, de tus sombras colmadas, bebo,

            de tus ingles, tus palmas.

Entre mis muslos arde, se condensa

            -fiebre crispada y lenta-

tu imantación; mis labios. Hiedra silenciosa,

            resina, agua

encendida, sílice, mi humedad, funde y conjuga:

            plexo,

calor salino, pulpa sensitiva, apremiante,

            este tímpano penetrable,

este nudo, este exceso vulvar. Busco

el volumen firme que me descentre.

            La tersura, el calor henchido,

profundo, que me fuerce, me desate con su roce.

Busco integrar tu sexo (lava que se repliega, costa,

para envolverlo, lago adensado el ritmo capilar de esta sed),

su abundancia aprehensible y lenta,

su densidad, a mis límites; viña apretada al pulso,

sorbida al vértice; cima bullente, fulcro luminoso, el deseo

(lamo en tu espesura candente; vierto)

abre sus cienos índigos, al contacto moja.


Los humores, los brillos íntimos, los reflejos

            (tus muslos cavan en mis muslos;

            tu beso escinde)

de una caricia, el mosto;

 

 

en Poesía reunida 1977-2018, 2019