No
intentes nunca ignorar lo innegable
del
rastro que dejas tú en mi verso;
ni
busques encontrar sentido inverso
a
cómo te he nombrado innombrable.
Que
no importa cómo pasen los años,
que
no importa cómo ruja el olvido;
que
tu nombre será lo más querido,
que
yo recuerde y, sé, me hará daño.
Y así
llora el espejo con mi risa,
pues
sabe que no he podido mentirle;
y entonces
este verso aquí me avisa
que la
luna, como sacerdotisa,
ofrece
mi voz, que no pudiste oírle,
pues
pasaste sin verme y tan de prisa.
Chicago, otoño, 2017
Inédito
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