Escasas
visitas trasponen mi puerta.
Frente
a las gradas
crecen pinos y bambúes.
La
pared oriental me resguarda
del frío del otoño;
Desde
el patio que da al oeste
sopla una suave brisa.
Siento
pereza de tañer mi laúd.
Tengo
libros, pero carezco de tiempo
para leer.
En
este espacio, de una pulgada cuadrada*
Solo
existen la quietud y el gozo.
¿Por
qué habría de agrandar mi casa?
No
tiene objeto hablar mucho.
Un
cuarto de diez pies cuadrados
es suficiente para mi cuerpo.
Dos
medidas de arroz me bastan
para saciar el hambre.
Eso
aparte, sin habilidad
para manejar negocios.
Permanezco
ocioso mientras recibo
el salario del Emperador.
Jamás
planté un árbol.
Nunca
abrí un surco para el arroz.
No
obstante, me alimento
todos los días
Y
ando bien vestido durante el año.
Sin
escrúpulos de conciencia,
sin deseos ni ambiciones.
¿Por
qué habría de estar descontento?
* Es
decir, el corazón.
en Poetas
chinos de la Dinastía T’ang, 1977
Traducción de Raúl A. Ruy
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