En
las sombras nocturnas vino a verme,
púdica
y fiel, la deliciosa virgen.
Las
copas que me dio fueron luceros
que
el poniente encontraron de mis labios.
Mas
la noche corrió vertiginosa,
como
un negro caballo gigantesco,
y me
dijo, al partir, cuando en lo oscuro
ya
reían los dientes de la aurora:
-Pues
veo que te bebes las estrellas,
con
miedo escapo, por salvar las mías.
en
Poesías, 1956
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