Versión de Juan Carlos Villavicencio
Bebo de noche en la ladera oriental,
estoy sobrio y luego vuelvo a emborracharme.
Cuando regreso, es cerca de la medianoche.
Escucho el trueno del ronquido de mi sirviente,
toco pero nadie contesta para abrir mi puerta.
Mientras me apoyo en mi bastón,
¿qué puedo hacer sino escuchar el estribillo del río?
Lamento no ser dueño de mí mismo.
¿Cuándo podré ignorar los murmullos de arriba y allá abajo?
En la noche quieta, suaves vientos tiemblan
en las ondas que va dejando aquel río.
A partir de ahora, desaparecería con mi pequeño bote,
y por el resto de la vida me perdería en el mar.
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