Imagino
el frío de sus sienes, el frío de sus pies que desean alas. Porque no ha de ser
del todo agradable ese sitio de cautividad –o de continuidad- que los reclama.
Porque algo los reclama y ellos huyen como de una flor de pesado perfume. Es
decir, es probable que ellos deseen un oasis de cualquier modo desamparado y
libre para el delirio de sus sentidos, o, a lo más, no desean sino un sitio a
pleno aire para ahuyentar sus posibles sombras de alguna manera exaltadas. Toda
tentativa hacia una prisión involuntaria les desvía más pronto hacia el
enloquecimiento o hacia los caminos demasiado brillantes que siempre llevan
hacia alguna zona desesperada. Casi siempre, por lo demás, y como cosa
particular, admiro al hombre que de algún modo logra evadirse de sus cinco
sentidos.
Siquiera
esta libertad, ya que otra no es posible.
en País
blanco y negro, 2019
(Edición original, 1929)
Ediciones Biblioteca Nacional
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