Cuando llegamos a la esquina (...) nos metimos a la calle velozmente, ante la mirada atónita de los automovilistas. En breves segundos, cada uno botó su neumático al suelo, y los encargados los rociaron con grandes cantidades de parafina… Al solo contacto con las antorchas, la parafina encendía y los neumáticos luego de una violenta llamarada empezaban a quemarse.
En breves y contados segundos la Alameda era un infierno. Gran cantidad de pequeños volcanes surgían del suelo. Como esperábamos, se levantó un humo espeso y negro (…) El taco se armaba y crecía a cada minuto. Los autos que subían o bajaban por Alameda sólo veían el tráfico y a lo más una humareda. Cuando los conductores advertían lo que ocurría, recién entonces se les venía a la cabeza girar en U. Ya era tarde: otros autos les habían cerrado el camino. Las bocinas no sonaban de pitear. Uno que otro grito iracundo se dejaba oír… Como al cuarto de hora, con las llamas en su punto más alto, se produjo el primer problema.
Un camionero (…) que estaba en segunda fila y que nos había insultado hasta cansarse, en audaz maniobra se subió a la vereda y se lanzó rajado, para tratar de pasar entre los neumáticos.
¡Piedra con él, mierda!. Gritó alguien (…)
Todos corrimos hacia el camión, lanzándole todo lo que tuviéramos a mano. Cuando ya traspasaba el límite, derrotándonos, un lolo corrió frente a él. Blandía un trozo de cañería en la mano (…) Saltó (…) y se colgó del espejo lateral, afirmado en una puerta de la pisadera. Le descargó el fierrazo en medio del parabrisas, destrozándolo (…) La valiente y aguerrida actitud nos encendió el espíritu (…) Ver al camión detenerse fue la expresión cabal de nuestra victoria. El camionero abrió la abollada puerta despacito y se bajó con las manos en alto.
No me peguen, por favor, imploraba.
Lo sacaron de los límites de la barricada entre una ensalada de combos. Su cuerpo se sumergió en una pila de puños que lo golpeaban sin misericordia. El camionero no se defendía, apenas se cubría…. Empujamos el camión fuera de la barricada, que fue a estrellarse a un poste…
1974
1 comentario:
Si me permiten, no entiendo muy bien. Me parece apología; a qué, eso no sé decirlo. ¿Se puede hacer una apología violenta sin que sea a nada en particular? Si alguien pudiera, sin duda sería Allamand. A lo mejor a los pinochetistas no les perdono ni media, o a lo mejor no entendí, o a lo mejor este tipo es un indeseable. A saber.
Publicar un comentario