Conocí
a la Chica días antes
del
fin del mundo.
Cristo
había llegado hace tiempo
y
vivía en la Santo Tomás.
Por
esos días la gente andaba en la magia
aplaudiéndose
la cabeza.
Éramos
pura bulla.
Vimos
los supermercados transformarse en perreras
y los
carros de sopaipillas
en
palomares.
Sólo
alcanzaba para quedarnos escuchando árboles.
Por
esos días ya estábamos todos tan
solos
que
ni nos dimos cuenta
cuando
de un sablazo
el
cielo
se
nos rajó.
en
Compro fierro, 2008
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