Cabalgando un magnífico caballo he aquí un mandarín de bata amarilla.
Anunciado por un rojo pendón, viene a socorrer a los hambrientos.
El hambre del pueblo aún no ha sido apaciguada,
La ciudad conoce ya un mes de miserias.
Por cada pan de arroz dado a los hambrientos,
El mandarín lleva para sí veinte tazones de grano.
Ya que nuestro buen Emperador ama al pueblo,
Los mandarines no debieran…
Pergamino de espíritus hambrientos, s. XII tardío
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