María Olga es una mujer encantadora. Especialmente la parte que se
llama Olga. Se casó con un mocetón grande y fornido, un poco torpe, lleno de
ideas honoríficas, reglamentadas como árboles de paseo. Pero la parte que ella
casó era su parte que se llamaba María. Su parte Olga permanecía soltera y tomó
un amante que vivía en adoración ante sus ojos.
Ella no podía comprender que su marido se enfureciera y le reprochara
infidelidad. María era fiel. ¿Qué tenía él que meterse con Olga? Ella no
comprendía que él no comprendiera. María cumplía con su deber, la parte Olga
adoraba a su amante.
¿Era ella culpable de tener un nombre doble y de las consecuencias que
esto puede traer consigo?
Así, cuando el marido cogió el revólver, ella abrió los ojos enormes,
no asustados, sino llenos de asombro, por no poder comprender un gesto tan
absurdo.
Pero sucedió que el marido se equivocó y mató a María, a la parte
suya, en vez de matar a la otra. Olga continuó viviendo en brazos de su amante,
y creo que aún sigue feliz, muy feliz, sintiendo sólo que es un poco zurda.
en
Diario La Nación, 5 de noviembre de
1939
Nota: “En lo que revela sin duda una percepción nítida de los rasgos
estéticos y opciones expresivas de la ficción ultracorta, Huidobro da a conocer
en 1939 tres textos brevísimos [“La joven del abrigo largo”, “La hija del
guardaagujas” y “Tragedia”; recopilados con posterioridad en Antología, edición de Eduardo Anguita
(1945) y en Obras Completas (1976)],
anunciando que formaban parte de un proyecto iniciado en 1927 bajo el título de
Cuentos diminutos. Su voraz
curiosidad literaria y su prolífica inventiva lo llevaban a anunciar
periódicamente nuevos y muy divergentes proyectos, pero en este caso es
evidente que estaba atento a la decantación, todavía embrionaria, de una nueva
estructura genérica de la ficción. Este proyecto se inserta en el intenso
proceso de exploración y transgresión de los límites canónicos de la ficción
que emprendía por esos años la literatura vanguardista, y que Huidobro asumió
con denodado entusiasmo y con una preferencia por el asedio lúdico a los
discursos consagrados: por la desacralización burlesca antes que programática”.
(“Algo más que risas y burlas: las ficciones breves de Vicente Huidobro”, de
Juan Armando Epple, Anales de Literatura Chilena, Año 9, junio 2008, Nº 9, 85-95).
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