miércoles, septiembre 18, 2019

“Resoluciones”, de Franz Kafka





Elevarse por encima de un estado lamentable ha de ser fácil aunque se aplique una energía intencionada. Me incorporo bruscamente del sillón, doy vueltas alrededor de la mesa, muevo cabeza y cuello, pongo fuego en mis ojos, tenso los músculos en torno a ellos. Contrariando cualquier sentimiento, saludo efusivamente a A. cuando viene a verme, tolero cordialmente a B. en mi habitación e ingiero a grandes tragos, pese al sufrimiento y al esfuerzo, todo cuanto se dice en casa de C.

Pero incluso actuando así, cualquier error —imposible de evitar, por lo demás— bastará para bloquearlo todo, lo fácil y lo difícil, y tendré que volver hacia atrás en círculo.

De ahí que el mejor consejo sea aceptarlo todo, comportarse como una masa pesada y, aunque nos sintamos como impelidos por el viento, no dejarse arrancar un solo paso innecesario, observar a los demás con mirada animal, no sentir el menor arrepentimiento; en pocas palabras: asfixiar con la propia mano el fantasma de vida que aún quede, es decir, aumentar todavía más la última paz sepulcral y no dejar subsistir nada aparte de ella.

Un gesto característico de semejante estado consiste en pasarse el dedo meñique por las cejas.



en Obras Completas. Narraciones y otros escritos, 2003













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