(1974-2019)
Si Mandelstam tiene razón – sus poemas son un apoyo firme – todo comienza al respirar. Entra – sale hola el aire – el corazón bombea y aquí estamos. Desde el inicio – dos piernas avanzando – dos ritmos paralelos no siempre sincronizado – en los que las experiencias personales – íntimas – ideas recuerdos sueños emociones – se organizan o resquebrajan. Cuando todo va más o menos bien – logran producirse espacios de equilibrio – en los términos del poeta Edgar Bayley – la confluencia de los estados de alerta e inocencia – que interactuando construyen un vórtice – un punto fijo en donde nada es fijo en realidad – el poema.
Los ritmos del corazón y la respiración – dos elementos que piden ser escuchados – son – lo han sido siempre – una estructura bien cimentada – utilizable. Son un conducto – una onda vibratoria por la que corre la energía de la vida que cada poeta experimenta – y que traduce por tanto – afortunada o desafortunadamente – en expresión – haciéndolo como puede – con sus limitaciones y alcances propios.
La respiración y el corazón – dos fundamentos básicos desde el punto de vista físico – alientan e impulsan la vida humana. Son – asimismo – el origen y los materiales con que trabajan los poetas. No son – en cambio – la asociación que algunos han propuesto al decir que la vida y la poesía son equivalentes. La poesía – sin el sustrato amplio y hondo de lo que se vive – no es sino palabras – buenas intenciones… La vida no es la poesía – porque la vida contiene a la poesía:
…the lines
talking, taking, always the beat from
the breath
(moving slowly at first
the breath
which is slow–
I mean, graces come slowly,
It is that way…*
Los poemas – experiencias individuales de otros – abren – alimentan – acompañan. El transcurso cotidiano de los días – las relaciones humanas – la ubicación de los lugares donde nos movemos en el mundo – la consideración de los árboles – las flores – el perro – la hormiga – engendran y arraigan la experiencia poética que es posible en todos.
Lo que se dice en un poema – desde esta arista – importa poco. Las motivaciones de un poeta y sus posibles orientaciones – sus soluciones formales – varían con los tiempos. Viajar a pie – a caballo – en coche – avión o lo que venga – en última instancia – posee en su acción profunda – en su núcleo desnudo – la experiencia del movimiento que el poeta cargará – intensificará – hasta ofrecérnosla como algo nuevo. Se trata – sospecho – de aclarar – de revelar – de revelarse a uno mismo – dice William Carlos Williams – no de crear mayor confusión – mayor caos.
Se entiende que muchos hayan querido confundir la poesía con la vida debido a que el poema cifra o contiene un trozo de realidad concreta – que puede llegar a golpearnos con la contundencia de un beso o de las hojitas del pirul – cayendo en duros rehiletes – teniendo como fondo la luz tenue del invierno. Los mejores poemas nos colocan enérgicamente en la actualidad de nuestra vida – el presente a quemarropa – puesto que por vía de la respiración y los latidos del corazón convocan en sus vibraciones internas – toda nuestra atención. Nos vuelcan del pasado nostálgico que nubla nuestra consciencia de la muerte – al mismo tiempo que niegan el futuro – y al removerse todo eso – dejamos de intuir – para saber nuestras verdades interiores – las únicas que nos son posibles en tanto seres humanos. Esto sí que es – si es que existe alguna – la función de la poesía.
Pero dejando a un lado las aseveraciones – ¿quién puede en realidad afirmar algo? – la respiración y el corazón – esos dos generadores que organizan la fuerza del poema – tanto en el que escribe como en el que lee – contienen – también – el movimiento. Caminar es para el hombre la oportunidad más inmediata y connatural de vivir el movimiento. El poema se aprieta y obliga a detenerse – pero si no mueve – ¿para qué?
No es gratuito que Mandelstam también nos haya hecho notar la importancia de las suelas gastadas de Dante para escribir su Comedia. Cuando caminamos – por un lado – se hace un camino – por el otro – se encuentra una medida. Esta medida – algo tan reconocible como el ángulo que se repite en cada paso dado – es consecuencia nuevamente de la respiración y el tambor del corazón – que al marcar el tiempo del que anda – hace corresponder las características físicas de cada quién – con los procesos interiores que nos atraviesan en ese momento. Caminar resulta lo que somos – o mejor – denota quiénes somos.
Un modo bastante común para explicar los poemas–es el de la analogía con los paseos. Un poema es un paseo por nuestros registros y sucesos interiores. Caminar – pasear – es un tanteo. Al caminar entramos en el mundo al igual que un poema nos ubica en la realidad. La singularidad de Mattina
M'illuminno
d'immenso
se centra – me parece – en la expresión condensada – directa – vertiginosa – del encuentro con la vida – de una certeza de aproximación al mundo – así como del trazo de una ruta – que se abre de adentro hacia afuera – para después entrelazarlo todo.
Últimamente al levantarme por las mañanas – la indefinición de eso que sucede – la luz azul – los pájaros – el frío – la confusión del sueño o la vigilia – se enfatiza de tal forma – que no es sino hasta que arrastro los pies – y avanzo y despierto – que todo cobra sentido nuevamente. De los actos humanos – caminar es el que más me aproxima a la experiencia poética en el sentido de introducirme en un estado en el que la conciencia sobre mi cuerpo – me distrae ocasionando un espacio abierto – propicio – aunque no siempre con los mejores resultados para juntar unas palabras.
Si compongo caminando – o en el desplazamiento del coche – se debe a que puedo verlo todo sin estar ahí. Paso – miro – descubro cosas – a veces las cosas se me adhieren – me interrogan – otras simplemente me ignorar – y sin embargo entre dientes – comienza a brincar alguna frase escuchada – recuerdos – sueños que asocio – chistes – palabras sueltas que en un revoltijo se acomodan – hasta que busco anotar o resistirme y esperar. Nunca se sabe de qué modo sucede – siempre es diferente. Si escribí algo – escondo eso con pudor – hago como que no ha pasado nada y sigo mi camino. Lo ignoro todo. Cuando no escribo desconfío y ahí queda la cosa. En otras ocasiones – muy pocas por cierto – el asunto me persigue – y si al final del día – ya listo para acostarme – después de haber leído – si llega ese momento – si es mucha la insistencia – anoto rápidamente eso que pide su lugar – y me duermo. Luego pasan días – semanas – meses – vuelvo a ver las cosas – tacho dejando muy poco. ¿Cuándo está listo…?
Pienso en el viejo Williams escribiendo sus mejores poemas cerca del fin de su vida – como si el aliento cansado de su respiración – el corazón en calma pero persistente – depuraran no sólo sus líneas haciéndolas más cortas – más austeras – más agudas y graves – sino también luciendo las articulaciones ya lisas y gastadas – resplandecientes – llenas de la gracia y el conocimiento de la edad – que es pasos lentos – titubeantes – adelante para después gritar – I am a poet! Su pie variable – un ritmo constante con una parte móvil – ¿acaso no es caminar? – la disposición de sus versos – ¿no es caminar? – ¿el pie variable no es acaso la ola que viene y va en un ritmo orgánico…?
¿Y el cazador – el pastor – Li Po – Villon – Basho vagabundo – todos los días son viaje y hacen del viaje su morada – Thoreau y sus bosques infinitos – Robert Walser andando la montaña – Henri Michaux – Bruce Chatwin – por recordar unos cuantos – no son acaso en su zona más profunda – respiración – corazón – caminar…?
respirar. camino. hoy. respirar. decir. camino. hoy. respirar. camino. decir. hoy. camino. respirar. decir. camino. hoy. decir. respirar. camino. respirar. hoy. decir. respirar. camino. respirar. respirar. respirar.
Invierno, 2001
* …las líneas/dicen, toman, siempre el ritmo del/aliento/(primero moviéndose despacio/el aliento/que es pausado–/pienso, que la gracia viene lentamente,/esto es así… [Del poema de Robert Creely «Le Fou» en Collected Poems, University of California Press, Berkeley, Los Angeles: /982. Traducción: JLB].
Fotografía de José Luis Bobadilla
por Juan Carlos Villavicencio.
Teotihuacán, noviembre, 2018
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