I
Nunca terminas nada.
El reproche cae con la contundencia
lívida de una lápida.
Bien mirado, podría ser la firma final
del mejor epitafio:
Aquí yace un hombre
Que nunca termina nada.
II
Parménides miraba la permanente lluvia
y pensó que en el principio fue lo interminable.
El aura del fragmento, la interrupción, lo incompleto,
crecen en el jardín de lo continuo.
No hay paraguas protectores.
Las metamorfosis, las enfermedades, las pasiones,
son rememoraciones sin memoria.
Vivimos en el recuerdo de la amnesia.
Vivimos alimentados por un río de intrigas desbordadas
que como algas carnívoras nos rodea,
nos devora, nos devuelve.
en Los colores de la vigilia, 2017
Fotografía original de Verónica Martínez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario