Todo él brilla y cruje,
el jardín helado.
Alguien me ha dejado y muere de pena,
pero sé que no puedo retornar.
La faz apagada del pálido sol,
es sólo una ventana redonda;
sé secretamente quién es ese otro sol
que desde hace mucho brilla a tu lado.
Un presentimiento de desgracia
ha desterrado para siempre mi calma.
A través del fino hielo transparentan
unas huellas dejadas ayer.
Se escondió, apagándose, la faz de aquel sol
entre el sueño mudo de los campos.
Sólo el aire frío conserva el agudo graznido
de una cigüeña rezagada en su vuelo.
1911
en
Réquiem y otros escritos, 2000
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