A las doce del mediodía, uno de aquellos que había estado lejos regresó. Se trataba de Usta Rummana, el prisionero político también conocido como «el político». Todo lo que pudo ver le pareció nuevo. Se preguntó cómo podía haberse olvidado de ciertas características de aquella callejuela, a pesar de ser capaz de rememorar aquellas minucias tan vívidamente mientras estaba en la cárcel. Cuando había dejado los cuarteles de la Autoridad en Seguridad Suprema justo una hora antes, había comenzado a imaginar que el camino de Zafarani supondría su regreso: Una mujer gritó, «Usta está afuera». Umm Suhair saldría a su balcón exhibiendo su enorme cuerpo y vociferando «Dios es grande», «Dios es grande». Sus compañeros le pondrían en contacto con la familia que tanto había añorado. Todos sus compañeros de reclusión habían vuelto ya con sus esposas, pero él no había podido aún regresar con sus seres queridos. Imaginó la sucesión de compañeros visitando su habitación, clamando «¡Sea alabado el Altísimo por tu seguro retorno!» Y respondería a aquel saludo dos veces. La primera vez su corazón murmuraría para sí: «¿Qué seguro retorno?», y la segunda, con voz audible, diría: «¡Que Dios te proteja!»
1976
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