Hay algo fugitivo en toda anécdota.
Entra y sale la lluvia de la tarde,
se mezcla con el sol, hilo y aguja.
El tiempo en su pasar
alumbra y oscurece.
Inútil la cautela del paraguas.
Inútil la cautela.
Advierto que ha estallado un temporal
en las palpitaciones del impermeable rojo,
como zumo de mora, de una veloz muchacha.
«El cielo se conmueve por rutina»,
pensaba antiguamente bajo techo,
«no hay fuerza que merezca la intemperie».
Hoy sin ganas de tanta certidumbre,
dichoso cuanto menos resguardado
admiro esta tormenta
que limpia la visión, riega el camino.
en
Década (Poesía 1997-2007), 2008
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