Venía de vuelta de comprar
otra botella de vino rojo,
entonces empezó una suave,
cuando descorchaba la botella,
brisa que creció y las hojas de los jacarandá
comenzaron a caer sobre la terraza, rojas,
y desde el oriente un nube oscura
como una ola de aire
se posó en el horizonte;
comenzaron a tintinear los maceteros
y los cazadores de sueños:
mira, me dijo mi mujer, el viento,
ven a ver el viento:
arreciaba ya el viento,
y yo le dije, el viento no se ve,
y ella me dijo, sí, el viento solo se siente, es invisible
el viento, y nos abrazamos a ver la invisibilidad del viento,
las hojas de los jacarandá nos pegaron en la frente,
bailamos frente al viento,
pero la lluvia no llegaba,
como un orgasmo retenido, las gotas de lluvia no llegaban,
y nos conformamos bailando al viento,
esperando las gotas de lluvia,
que quizá, en un rato más, lleguen,
y llueva sobre el departamento, el condominio,
la ciudad toda.
Cotidiano milagro ese orgasmo de las nubes,
o quizá nos llegue ya en sueños,
y amanezcamos entre las sábanas empapados
por la lluvia que afuera se descuelga de las lianas
densas de la noche.
Fotografía original de Carolina Vargas
No hay comentarios.:
Publicar un comentario