No tuvimos mucho tiempo
antes de que el aserradero cerrara,
y sabía que él le temía a la nieve.
La tranquilidad con la que hablaba,
cómo se apoyó en el tronco, y
saltó la cerca,
no tenía desperdicio.
No dijo lo que estaba pensando,
pero todos sabíamos que estaba
corriendo
contra el viento.
Unos pocos zorzales se amontonaban
en
el olmo desnudo.
Se sacudió la cabeza mientras aseguraba
la
útlima cadena.
en Fin
del invierno en Maine & otros poemas, 2012
Editorial Barba de Abejas
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