Muchos se han marchado mancillados
De la casa de Dios
De vez en cuando alguno de ellos
Retornará en sueños
La Iglesia que todavía guardaba
Recuerdos de su mal
Está medio destruida
El coro ha quedado expuesto
A la intemperie
Como derrumbado por un ciclón.
Si ellos alguna vez contemplaron
Ese campanario de estaño
Cuando se vieron cegados
Por las lágrimas de la desesperación
Ahora pueden tranquilizarse
Nunca lo volverán a ver
Excepto en los viejos calendarios.
A los Judas
Los expulsamos sigilosamente
Con compasión
Se marcharon enmudecidos
Llenos de reproches para sí mismos
O indignación
Algunas veces para regresar
En los sueños de aquellos que se quedaron.
Poseo un crucifijo
Uno de ellos lo hizo y me lo regaló
(el Padre Juan de la Cruz)
un enérgico y resentido
Cristo joven
Desgarrados por insultos de la justicia
Que vuelve su rostro
De una increíble
Y cruel muerte.
El Padre Juan me dijo
En sueños
“Ahora muchos sacerdotes mentirán
Con el propósito de contraer matrimonio”
Él no reía
(Nunca se reía demasiado
Y ahora es desdichado)
Pero pretendía dar a sus palabras un toque de humor.
Por supuesto que es ilógico
Escuchar la teología local
Reducida a una sentencia
Por una persona que sólo ha conocido a farsantes
En todas partes
Pero ¿cuándo tal saber
Ha hecho dichoso a alguien?
19 de mayo de 1966
en Eighteen poems, 1968
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