¿Cómo inicias el recorrido, Juan Carlos?
Nací escuchando música. Mi madre me regaló la música clásica que ocupaba para montar sus obras de ballet, mientras mi padre me regaló el tango. Sin embargo, me costó mucho hacer música, hasta que descubrí que mi música estaba en las palabras. Luego Alturas de Macchu Picchu de Los Jaivas traducían a un Neruda que me abrió las puertas a una poesía de vuelo brutal. No lo podía creer. Tampoco lo que siempre me ha evocado el Sur. La naturaleza, el mar, la lluvia y la nostalgia de algo perdido y desconocido. El amor. Todo se conjugó finalmente ante la necesidad de replicar el gesto.
Naciste en Puerto Montt. Vives en Santiago. Eres editor y traductor. ¿Cómo mezclas la escritura con la traducción y la edición?
La poesía es algo que sucede, desde que se va forjando dentro de uno hasta que deviene en un poema, o se pierde irremediable. Traducir es un gesto de humildad. Leer a otros y descubrir a la poesía respirando por una voz distinta ya es notable. Pero cuando no proviene de la propia lengua, a veces pasa que sientes que algo no termina de cuajar. Traducir se transforma entonces en la necesidad de hacer justicia por la propia mano, para que la poesía llegue de la mejor manera que uno cree a nuestra lengua. Editar junto a Carlos Almonte, mi hermano de armas, tiene algo de lo anterior. La lectura y la decisión de publicar a alguien tiene que ver con la cosmovisión de cada uno y el diálogo para alcanzar la edición final, compartida. Justa. Si estamos de acuerdo en publicar, claro. Ah, y ante lo primero: soy de Puerto Montt y siempre lo seré, por más que viva acá o en cualquier otro planeta.
Has viajado a encuentros y distintas Ferias del Libro: España, Alemania, Perú, etc. ¿Qué tal tus experiencias?
Sin duda viajar bien enfocado te regala una cantidad enorme de experiencias. Por lejos lo más importante son los nuevos compañeros de ruta que se suman. Es inevitable constatar que hay innumerables registros poéticos y que hay lectores para todos. La poesía no es una competencia, no es una torta a repartir. Como en todo fenómeno humano, el ego a veces se come a varios, pero siento que lo realmente horrible es la mezquindad. La poesía es una de las alturas más notables de lo humano, por lo que creo que hay que hacer que florezca lo más posible, a ver si somos tan dignos como para mejorar al menos un poco el mundo. Viajar ha sido una oportunidad de forjar más puentes para conseguirlo.
Háblame de tus libros. ¿Qué es lo que se viene?
Mis dos poemarios publicados [The Hours y Breaking Glass] han tenido buena recepción, tanto en prensa como en los lectores. También hay varios que no he publicado todavía. [Como Oscuros ríos, que fue publicado el 2018]. A mí la verdad lo que más me interesa es descubrir nuevos cosmos en cada libro o poema que se asoma del relámpago. Creo que la buena poesía es siempre música, de ahí que sienta que es tan buena compañera. Tengo a los griegos, a Borges, Teillier y Trakl como maestros. Pero, por más feliz que esté, no puedo evitar escribir desde una oscuridad que me supera. Supongo que es el mundo que nos duele y habla.
en El Ciudadano, 16 de noviembre 2017
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