Sobre Alicia en la carretera de Carlos Almonte
Alicia en la carretera, en su edición material es muy
acertada (logotipo y sello seco contribuyen decisivamente). La nota preliminar
no sólo asocia con su antecesor, sino que inmediatamente sitúa el espacio
rememorado y construido, lo que es confirmado por el notable epígrafe: «Alicia se había acostumbrado de tal modo a
que le ocurriesen cosas extraordinarias que le pareció una tontería que la vida
siguiera siendo normal». (Lewis Carroll)
La casa del espejo
El relato, el camino, los desiertos emergen desde los
escritos en momentos sucesivos que retrotraen al mismo lugar que, aunque
imaginario, es también concreto, dato duro en la y las ciudades que demandan
una acción práctica y con finalidad, en el espacio de estrellas, tierras y
aguas elementales, tanto como la ceguera que es capaz de guiar. Alicia no pide,
comparte. Se puede escuchar la improvisación del jazz duro y contar con
exactitud el tiempo, lo que impulsa el sueño, parte inseparable de la vigilia,
y es tan vivo como ella.
El testimonio de Alicia
Ella es dicha desde otro, pero está allí con su propia
palabra, aún la no encontrada ni emitida. Es allí donde el desierto se llena de
espejos, donde la vida aparece, un espejismo que es un espejismo del propio
desierto. Incluso la reminiscencia de una película nórdica, escondidos del
frío, un desierto, permiten el inicio del viaje en el cual se realizará lo que
ya se construye como recuerdo.
El desembarco
Es en la experiencia reconstruida donde reaparece la
condición de otros seres vivos en la propia condición, no como próxima anterior
o posterior, sino como signo y augurio del presente, a pesar del error del
consciente. Profetas de su propia existencia, los animales, todos están en
la corriente o en las ráfagas de lo imposible, un desierto ahora poblado de lo
que vendrá y le será imposible percibir y ver con sentido
La desaparición
Santiago de Chile, marzo 2019
No hay comentarios.:
Publicar un comentario