En aquel tiempo, cuando Dios giraba
su rostro sobre el mundo nuevo, entonces,
detenían el sol con la palabra
y con ella se arrasaban torreones.
El águila no osaba alzar las alas
y los astros se anclaban a la luna,
si la palabra alguna vez volaba
como una llama roja en las alturas.
Y el número se usaba en lo mundano,
como un buey que trabaja uncido al yugo;
pues los matices del significado,
los transmiten los números fecundos.
El patriarca canoso, en tiempo antiguo,
que del bien y del mal sacó riqueza,
con su vara, por miedo a los sonidos,
el número trazó sobre la arena.
Pero olvidamos que, de lo terreno,
tan sólo en la palabra hay salvación,
y que en algún lugar del Evangelio
está escrito que la palabra es Dios.
Le impusimos los límites estrechos
que nos dictaba la naturaleza;
y como abejas de un panal desierto,
así se pudren las palabras muertas.
1921
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