Saludo esta mañana
al gorgojo que deteriora
el más claro cereal.
Reservo mis saludos
a la sobria larva que no dormita
en las aguas más cristalinas.
Y no regateo aplausos
a la polilla sin prisa que jamás
deletrea el latín de la vida.
Reverencio a la cucaracha
que, bajo la noche pálida, corta
las ropas viejas del pueblo.
Y ante la rata
que roe los pies de la mesa del pueblo
me inclino, respetuoso:
esto equivale al paso
del rey que roe incluso las lágrimas
y los sueños de los ciudadanos.
Termita y hormiga blanca,
a ustedes, vasallas de un reino oscuro,
mis felicitaciones.
A los insectos roedores,
a las plagas que consumen plantas y
ganado, una palabra fraterna.
Y felicito a las ardillas
que roen las nueces de la poesía
en el húmedo suelo de Washington
y a la liebre oculta en el seto
que, olfateada por perros de cacería,
quiebra el sigilo del otoño.
Y presento mis respetos
al ingeniero de la podredumbre,
el gusano que come hombre.
Roan el viento y el palacio,
deshagan las podridas estructuras,
cambien la faz del mundo.
Y que la termita admirable,
en el saco de maíz o en la cornisa,
corrija la omisión de los hombres.
Traducción
de Draupadí de Mora
en
Revista PUF! 10, Ciudad de México,
2018
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