El viento del desierto ondea las palmas de sus manos,
en donde se cría como las torcazas viriles mi beso.
Extiendo mi dolor cerca de su melancolía.
Creo una caricia extraña para sentirme suyo.
Recordándola, con una flauta soplo su vida.
Enamorada se alza, como esta página abre su duro sueño.
De su cintura suelta las nubes balanceándose.
Su mirada, que trota de su lado sin límite domina.
Su mirada que pesa, fatiga mi corazón.
Retrasando mi viaje, habló con palabras desusadas.
Pesados metales que arden, que perfuman en vano.
Yo soy quien las descubre.
El joven más triste acecha, seduce esa cabeza rubia.
¡Ah, la Reina de Saba!
Un pirata sin abordaje, mi vida reluce como alfanje.
Señalo su cuerpo de donde extrae labor el trabajador de cirios.
en Antología de la Poesía Chilena, 1961
Ginés de
Albareda y Francisco Garfias
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