Otro más abandonó el anillo pesado
de voraces piedras de la ciudad. Cristalina como
la sal es el agua que golpea todas las cabezas
de los auténticos refugiados.
El silencio subió hasta aquí desde el centro de la tierra
en un lento remolino, para arraigarse y crecer,
y con su corona espesa hacer sombra a las escaleras
del hombre, ardientes por el sol.
*
El pie patea involuntariamente un hongo. Una nube
de tormenta se agranda en el borde. Cómo cuernos de cobre,
las retorcidas raíces del árbol dan el tono y temerosas
las hojas se dispersan.
La salvaje fuga del otoño es su abrigo ligero que
flamea hasta que el rebaño de días tranquilos vuelva
de la helada y las cenizas, y bañen
sus garras en la fuente.
*
Nadie cree en el que camina y vio un géiser
al huir del pozo de piedras, como Thoreau, y sabe
desaparecer en la profundidad de su verde interior,
lleno de ingenio y de esperanza.
en 17 poemas, 1954
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