De la luz ha caído nuestra humilde semilla
y es en vano empinarnos desde la oscuridad;
del corazón al peso se curva nuestra arcilla...
Esponja henchida es nuestra sentimentalidad.
Yo apenas a las cumbres voy con mis pensamientos;
tú floreces el alma y la dejas fluir.
Juntos vamos sufriendo los divinos tormentos
de amar. Los dos sentimos la inquietud de morir.
Ávido de infinito tu ramaje se espacia
y mis brazos se alargan soñando florecer.
En tus cálices rubios y en mis pupilas, vacía
sus lágrimas azules la noche. Y nuestro ser,
como va del Enigma tocado con la gracia,
bajo la tierra yerma se volverá a encender.
en
Antología de la poesía chilena, 1961
Ginés
de Albareda y Francisco Garfías
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