El hombre es atropellado por un vehículo que se da a la fuga.
El alma del hombre se va al cielo –es muy tradicionalista- en busca de la paz
definitiva, mientras escucha a sus espaldas gritos y susurros, y alguien que
cubre su cuerpo con periódicos.
Al llegar al cielo descubre a muchas almas que esperan
pacientemente el llamado a viva voz. El hombre se impacienta, consulta su
reloj, se empina, trata de observar por entre la multitud y de pronto, hastiado
por la larga espera, opta por moverse bajo los periódicos de la mañana.
en
Para Murales, 1988
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