Es que he estado bebiendo vino
blanco
a dos metros de la Cordillera de los
Andes
y la Cordillera no se estaba quieta
por más empeño que yo hiciera por no
moverme.
Y si yo ando un paso hasta su
costado
ella se escabulle hacia un lado o
hacia otro
o se encoge para destapar la luna.
“La Cordillera rehuía su presencia”,
dirán las leyendas.
“El mar en cambio le salía a recibir
varios metros fuera del agua
y algunos codos por sobre su línea
de flotación”.
en Bar abierto, 2013
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