La ambición nos desbordaba.
Por eso no quisimos que “nuestra naturaleza
fuera
ordeñada por la leche de la ternura humana”.
Buscamos emanciparnos de nosotros
mismos,
cuerpos proscritos por el tedio,
bajos fondos de almas atareadas en
su ruina.
Defensores de lo indefendible
nos transformamos en suicidas,
en obscenos paladines de la sangre.
Nadie pudo detenernos:
la muerte, reaccionaria inveterada,
aun bajo un papel incómodo,
era reticente a todo cambio de
escenografía.
en Ejercicios de filiación, 2009
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