Ingresamos por entre farellones verdes
hacia un mar de islas separadas entre sí
apenas por el ancho de tres naves.
Desde la orilla, reunidas en torno a unos pedernales,
nos hacían señas las gentes.
Voceaban una lengua desconocida por este Almirante.
Comían de algunos peces dispuestos sobre los leños ardientes.
Estaban desnudos, a pesar de la ventisca.
No parecían sufrir, aunque lucían miserables.
¿Cómo os copuláis y parís críos en medio de estas soledades?–,
pregunté, nervioso, desde el puente, más que nada
para impedir que la compasión me asediase.
¿Cómo es que os agarráis a la vida, pendejos,
ignorantes del esplendor y los perfumes?
en Coronación de Enrique Brouwer, 2007
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