Aquí descansa su cabeza en
el regazo de la Tierra
un joven desconocido para
la fama y la fortuna.
La certeza no cuajó en su
humilde cuna
y la melancolía lo marcó
como suyo.
Grande fue su ganancia y
sincera su alma,
el Cielo lo recompensó
enormemente;
él dio a la miseria cuanto
tenía: una lágrima
y el Cielo le dio lo que él
deseó: un amigo.
Sin buscar exponer sus
méritos
o mostrar sus debilidades
desde su morada
(Todas ellas descansan en
trémula esperanza)
en el seno de su Padre y de
su Dios.
en
Elegía sobre un cementerio de aldea,
1751
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