jueves, septiembre 07, 2017

"Ruta Dos", de Daniel Calabrese

Dos poemas





Prodigio



El trabajo de este día consiste
en llevar una piedra de aquí para allá.
Es una roca muy pesada,
más que un buey,
más que una bolsa cargada de lluvia.
Es un agujero prehistórico,
un espejo negro
a punto de tragarse el mundo.

El trabajo de este día consiste
en alzar esa piedra y depositarla
suavemente en el medio del camino
para que se detengan los ciclistas,
se detenga la música de fondo,
se detenga la Ruta Dos
a la hora señalada por las arterias rojas.

Y cuando todo esté detenido,
entorpecido por la piedra,
detenidas las generaciones ilustradas y piadosas,
detenido el amor entre las cosas naturales
y las cosas manifiestas,
el trabajo, entonces,
consistirá en sacarla de ese lugar,
levantar nuevamente la piedra, con los ojos cansados,
y enterrarla por ahí, en la nada,
en ese lago de cerrada indiferencia
donde cruje la cama, alumbra el televisor,
brillan los motores,
cae el vino adentro de la luz,
se pudren la memoria y las conversaciones tristes,
y se hunden, con la piedra,
en la más completa extinción.







Después que pasó el fuego



Donde hubo cierta concentración de plantas
y árboles que nacían como locos,
en esa guerra brutal por un poco de agua y de luz
que llaman bosque,
sólo quedaron estas piedras enormes,
cubiertas de polvo quemado.

Me detuve frente a ellas
y entendí la paradoja.
Me pedían, como a un dios blando,
que las oyera en su silencio.

Yo, que pensaba vivir apenas
un segundo comparado con ellas,
aprendí en ese instante
su complejo idioma de una sola palabra,
y me quedé callado.








en Ruta Dos, Visor, 2017































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