El agua que se escurre.
Desde los pardos abetos de
la ventana
comienza a florecer
la triste neblina:
las esferas malcriadas se
detienen.
Entretanto
el amante se desliza
hacia los lares de lo
paulatino.
Pero en la cima de sus ojos
duerme el sueño:
la sombra perseverante
donde el instante no cabe.
Preguntas.
La tarde se silencia:
una cama perdida en el
océano sorprende a la noche.
en
Taller Nueve (tercera antología),
1984
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