No me importa su regio palacio,
ni me importan sus joyas y jades.
Sólo quiero a la hermosa doncella
que entre cortinajes
de brocado y oro,
junto a su ventana,
teje, borda y sueña
todas las mañanas.
Sólo quiero a la hermosa doncella
que ha tomado una hoja del sauce,
y la deja caer sobre el río,
mientras sopla la brisa del Este
repleta de aromas
de suaves arpegios, de lejanos
trinos.
Y me embriaga la brisa del Este,
no porque en su alas
caminen las glorias de la primavera.
Y me embriaga la brisa del Este
porque ella me trae
la hoja del sauce
que danza sin rumbo,
sin rumbo y sin tino
sobre el oleaje
del inmenso río.
Y atesoro la hoja del sauce
-pincelada verde de la primavera-
porque ella me trae desde la ventana
en que teje y borda la hermosa
doncella
mi nombre grabado,
grabado en la hoja
con la fina aguja
que tocan sus dedos
todas las mañanas,
cuando la doncella
teje, borda y sueña
junto a su ventana.
en Poesías de
la Antigua China, 1949
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