Los vi caminar hacia la playa
empañada por las tinieblas
de las densas nubes
que habitan Nueva Caledonia.
Detrás del lejano arrecife,
el océano vociferaba
sus crueles palabras
como olas sin espuma.
Ellos no podían descifrar,
adivinar siquiera, lo juro,
la piel del cristalino llano
encargado de protegerlos.
A ciegas y temerosos, tronó
el llanto de un recién nacido
perdido entre las brumas
y las guettardas speciosas.
Ella tembló de emoción;
él, de espanto.
Poco antes esa misma noche,
se habían negado a soñarlo.
Eran tiempos de vaticinios:
siguió el silencio,
y la sombra del petrel
que partió por la pálida orilla.
Detrás del lejano arrecife,
el océano vociferaba
sus crueles palabras
como olas sin espuma.
en El petrel de Poé y otras canciones de los Mares del Sur, 2017
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