A Isidro
Estoy
ausente de la risa
y
de todo lo que los hombres felices poseen.
A
medida que la sangre huye como corzo,
a
través de todos los paisajes
sin
motivo aparente,
como
creyendo que las imágenes más remotas
nos
silencian el pensamiento;
erguida
aún, a pesar de los soles
tan
opacos en su raíz.
Me
aproximo a tu figura alada,
a
tus pequeños vértigos;
y
te enseño a mirar
como
sólo pueden hacerlo los peces,
en
órbitas que tus manos desconocían.
Emerjo
-pequeño dios-
desde
el vientre más recóndito
para
unirte con la distancia, tan precisa.
Tenemos
una mirada en común,
y
una puerta abierta
para
endilgar conversaciones,
apoyados
en el dintel y recogidos
como
suelen recogerse los abandonados,
dando
el pecho a una música antigua
más
aún que la vida y la muerte.
Y
te rebelas sabido ángel en espera de la caída.
Es
el comportamiento
que
la verdad prefiere.
Y
es así, como vienes y vas
y
te envuelves en la luz de viejos astros
para
que pueda mirar tu esqueleto,
a
sabiendas que no hay nada más hermoso
que
el devenir de mar en huesos.
Uno
al fin se acostumbra
a
que nadie Ie diga adiós.
Y
a percibir el sonido
en
la palma de la mano
como
los hipocampos
presienten
el amor
acariciando
sus espinas-vertebrales.
Embellecido
en una gota de agua
mirada
a través de la sed,
vienes
a conocer mis primeras jornadas.
Las
vertientes que indujeron a Dios
a
unir nieve, corazón de árbol,
hiel,
resina obscura,
vacilación,
campana, eternidad,
y
la noche por ojos.
en Tiempo, medida imaginaria, 1959
1 comentario:
gracias colorina por tus poemas, siempre me calan muy hondo
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